jueves, 20 de enero de 2011

Lo que era un invierno en pleno enero por tu piel

Con él me sentí engañada, frustrada, decaída, sensible, ñoña, tierna, dulce, delicada, loca, rebelde, desquiciada, sentía latigazos en las entrañas. Dolor de estómago, de cabeza, de cuello y espalda, pero sobre todo, de corazón. Sentía arder mis ojos cuando los suyos me miraban y me ardía la piel cuando él dejaba más que marcadas las distancias. Me sentía usada, estúpida, niñata. Me sentía tan cerca del cielo como del infierno. Tan pillada que no veía la sarta de mentiras que él me contaba. Y aunque muchas veces he dicho que no era amor, si que lo era, no comparable con ese que sientes cuando encuentras a tu otra mitad, no es comparable al amor que sientes en absolutamente todas y cada una de las partes de tu cuerpo cuando has encontrado a aquello que la gente llama “ la horma de tu zapato”. Pero era amor. Platónico quizá, pero amor. Y es tremendo recordarlo y sonreír. Es magnifica la sensación que sientes después de haber aprendido tanto de ese amor. Es magnífico que del amor al odio solo haya un paso. Pero le mejor de todo es cuando otra persona te cura el corazón de tal manera que parece que haya habido herida nunca. Ni tan siquiera cicatriz.

1 comentario: